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Channel: Las Horas Perdidas » Jamie-Chung
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SUCKER PUNCH

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“No estás preparado”, nos amenaza machaconamente la publicidad de la nueva ¿pelí­cula? del visionario director de 300, Watchmen y la castaña de los búhos. Y, en efecto, el que aquí­ escribe no estaba preparado para el excremento fí­lmico que es Sucker Punch.

Videojuego es la palabra que más se escribirá en los rí­os de tinta que van a correr acerca de Sucker Punch pero esta depravada y rastrera fantasí­a masturbatoria es mucho más (y mucho menos) que un videojuego.

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En un cruce imposible entre Alguien Voló sobre el Nido del Cuco y Los Ángeles de Charlie pasado por el filtro de la explotation setentera tipo Cárcel de Mujeres o cualquier desvarí­o psicotrópico de Fred Olen Ray, Snyder nos cuenta esta fábula posmoderna con la gozosa desvergüenza de quien ha conseguido que un estudio le financie la versión CGI de sus pajas de pubertad.

No me es posible someter a Sucker Punch a un análisis cinematográfico con un mí­nimo de rigor. Al menos no más que a un episodio de los Power Rangers, o a un ví­deo que me enviaron por mail hace unos dí­as titulado “colegiala japonesa y su madre humilladas por director de instituto”.

La pelí­cula, en el colmo del cinismo, se abre y se cierra con dos monólogos new age sobre la fuerza interior, el viaje iniciático y el sentido de la existencia (¡oh yeah ¡) que, por comparación, convierten a los libros de autoayuda en el Ulises de James Joyce. Arranca aquí­ un pseudo-videoclip al ritmo de “Sweet Dreams”, que, irónicamente, contiene el poco cine al que asistiremos a lo largo de casi dos horas de metraje, y donde se nos cuenta la triste historia de Baby Doll desde la muerte de su madre, pasando por el intento de violación por parte de su viscoso padrastro, hasta caer en un manicomio para zorritas cachondas sacado de un sueño erótico de Dario Argento, con erótico resultado.

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A partir de aquí­ nuestra heroí­na fabricará una doble capa de fantasí­as oní­ricas, a lo Inception pero sin sentido ninguno, a saber:

1º nivel= realidad

2º nivel= se sustituye el psiquiátrico por un burdel a lo Moulin Rouge, en el que la protagonista descubre su habilidad especial para, ejem, bailar, ejem.

3º nivel=  directamente desde la PlayStation store un remedo de los grandes hits del videojuego desde Ninja Gaiden a Killzone pasando por World of Warcraft o cualquier entrega de Final Fantasy, aderezado con influencias estéticas de fuentes tan dispares como Dragon Ball y El Señor de los Anillos, servidas a un ritmo uber slow mo y una puesta en escena tan efectista que harí­an enrojecer de envidia a Michael Bay.

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Cada excursión a este mundo sigue un mismo patrón, por no decir que, adornos aparte, son idénticas. Las chicas aparecen por arte de birlibirloque en un campo de batalla armadas hasta los dientes, vestidas con lencerí­a fina y poniendo cara de desear practicar una felación en serie a un batallón de marines. Entra Scott Glenn para soltar un rollito a lo kung-fu rematado con citas tan sublimes como “nunca firméis un talón con vuestras bocas que vuestros culos no puedan canjear” y con cara de “espero que entre el talón que he cobrado y una foto probando que me he jincado a alguna de estas jambas me permitan explicarle a mis nietos porqué coño he hecho esta chufa de pelí­cula”. A partir de aquí­ eliminación rutinaria de una serie de enemigos que no sangran hasta llegar a un boss que custodia uno de los objetos que las chicas necesitan para escapar del manicomio/burdel.

Llegados a este punto, el guion abandona cualquier progresión lógica y se abandona a una serie de metáforas absurdas, monólogos interiores de baratillo y escenas peor dialogadas que un culebrón de sobremesa que permiten a Snyder seguir acumulando planos molones y pg13 porn.

E incluso a un nivel tan rastrero no consigue ser honesto. ¿Cómo narices se rueda una pelí­cula de sexo y violencia sin mostrar una gota de sangre ni una triste tetilla?

Solamente puedo atribuirle al film algunos aciertos aislados, planos concretos que quedarán en la retina del espectador por el espectacular trabajo del equipo de CGI y unas estilizadas covers de temas pop que Snyder usa con acierto tal y como ya hizo en Watchmen.

De las actrices comentar que sufren el sí­ndrome Carolina Bang: excelentes a la vista, ingratas al oí­do, pero que parecen pasárselo razonablemente bien trabajando en el burdel del jefe.

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Surgirán voces que reivindicaran lo “revolucionario” de la propuesta, que apelarán a una discutible inspiración Tarantinesca, (recordad niños que el bueno de Quentin sablea retazos de aquí­ y allá pero para construir un discurso formal propio, no para apelotonarlos en una masa informe) todo ello para ocultarse a sí­ mismos, y a sus esposas, madres o novias la abyecta verdad.

Que hemos disfrutado como cerdos en una piara con este monumental dislate porque en algún lugar de nosotros aún vive aquel adolescente que veí­a a las Mama Chicho o ¡Ay que calor! con el mando de la tele en una mano y el cimbrel en la otra.

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Ya he marcado en rojo en el calendario la fecha de salida del DVD con el ya anunciado Director’s Cut, o citando otra vez al inmortal Homer Simpson, ghhhhhhhh¡.

Doctor Diablo.


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